Nuestras visitas a Madrid siempre se quedan pequeñas, pero la última, el pasado septiembre, fue la más fugaz de todas. El AVE nos dejó en Atocha un lunes pasada la medianoche, y regresamos a Barcelona a las 8 de la tarde del día siguiente. Menos de 24 horas para una visita con un propósito concreto: ir a la entrevista a la Embajada de los Estados Unidos para obtener el visado para mudarnos a Nueva York.
A las 10:00 teníamos el visado sellado, una sonrisa imborrable en la boca y diez horas por delante. Había pedido en el Facebook de Más Edimburgo unas cuantas recomendaciones sobre Madrid, así que con los apuntes listos y un sol abrasador, nos dispusimos a aprovechar el tiempo al máximo paseando por esta ciudad inacabable.
Esta es nuestra crónica de un día en Madrid (acompañada por unas cuantas fotos tomadas con el móvil). O, mejor dicho, una crónica de diez horas cortas pero intensas, por si algún día tú también pasas fugazmente por la capital española pero no quieres marcharte sin disfrutar de algunos de sus rincones esenciales. ¡Vamos allá!
Una mañana en Madrid
El lunes llegamos a Madrid pasada la medianoche, así que en cuanto el metro nos dejó en Puerta del Sol, a pesar del ambiente que había en la calle, fuimos en dirección al hotel, muy cerca de Callao.
Nos levantamos antes de las siete y salimos a desayunar a una de las muchas cafeterías de la zona. El día se iba levantando tras la imagen del Edificio Carrión, en la plaza Callao con la Gran Vía, con su emblemático cartel de Schweppes, y los madrileños ya se ajetreaban hacia sus tareas cotidianas. Nos unimos a la marea del metro hasta Rubén Darío y desde ese mismo lugar comenzó, tras salir de la Embajada de Estados Unidos, nuestro paseo por Madrid.
Del Paseo de la Castellana a Chueca
Seguimos primero el Paseo de la Castellana, una de las avenidas principales de la ciudad, mientras los centros comerciales abrían sus puertas, los trabajadores se apresuraban a la oficina y el sol comenzaba a apuntar. Poco antes de llegar a la Plaza Colón, nos desviamos hacia el primer destino del día: el mercado de San Antón, en Chueca.
Por el camino pasamos por la Plaza de Santa Bárbara, seguimos la calle Hortaleza y nos adentramos en las callejuelas de Chueca. Otras veces había estado en el barrio de noche, tomando algo o en conciertos en Libertad 8 o el Búho Real, pero con la tranquilidad de la mañana me gustó todavía más.
El mercado de San Antón, en Chueca
A unos pasitos del metro está el mercado de San Antón, un mercado con muy buen ambiente que combina puestos tradicionales (fruterías, charcuterías, pescaderías…) con barras de tapas modernas y puestos con cocina de mercado, todo repartido entre dos plantas. La tercera planta está reservada a un restaurante con una terraza abierta durante todo el año. Como buenos hobbits, nos tomamos el segundo desayuno del día en La Trastienda, un local de tapas que ofrece un desayuno de mercado por 2 € (café, zumo de naranja y tostada o flauta).
El Mirador del Palacio de Cibeles
Desde el mercado, bajamos por la calle Prim hasta el coqueto Paseo de Recoletos y la Plaza de Cibeles (unos 10 minutos). Frente a la famosa fuente se alza el blanco Palacio de Cibeles, una bonita construcción con aires de catedral que se inauguró en 1919 como central de Correos. Hoy en día alberga el Ayuntamiento de Madrid y un centro cultural, CentroCentro, que nos dejó encandilados (y un poquitín celosos de no tener algo así en Barcelona).
La entrada es libre, y entre las plantas 1 y 5 se reparten exposiciones artísticas y áreas de lectura y recreo abiertas a todo el mundo y rodeadas de una arquitectura impresionante. En ese momento había personas de todas las edades estudiando y leyendo el periódico en los sofás y sillones, y con gusto nos hubiéramos quedado nosotros también…
Pero teníamos la vista puesta en la corona del Palacio de Cibeles, el mirador de la planta 8, ubicado en el torreón. Desde arriba, a casi 70 metros, las vistas panorámicas de Madrid son un privilegio. Al frente se ven la famosa azotea del Círculo de Bellas Artes, el edificio del Banco de España y la transitada Calle Alcalá, que envuelve el Palacio de Cibeles y continúa en su parte trasera hasta llegar a la Puerta de Alcalá. Al otro lado destacan el Paseo del Prado y los tupidos árboles del Parque del Retiro, que se pierde entre verde.
La Gran Vía y la Plaza España
Seguimos la Calle de Alcalá y nos desviamos por la Gran Vía madrileña en dirección a la Plaza Callao para recoger las maletas en el hotel. Entre el bullicio, las tiendas y el tráfico, de vez en cuando un edificio, una fachada, te obliga a detenerte y a contemplar la grandeza de Madrid.
Maletas en mano, seguimos de nuevo por la animada Gran Vía (en este tramo se concentran los cines y teatros, como el Teatro Lope de Vega, donde se representa el musical de El Rey León) hacia la Plaza España. Las distancias en el centro de Madrid son cortas: la Plaza de Cibeles y la Plaza España están separadas por unos 20 minutos a pie, y hay tanto por ver que se andan volando.
Comer en Madrid
Llegamos hasta la Plaza Cristiano Martos para comer en Mür, una cafetería moderna e íntima de la que había leído buenas críticas (bueno, me bastó con leer que su carrot cake era el mejor de Madrid y se me iluminaron los ojos…). A mediodía tienen un menú de 9,50 € con primero, segundo, postre y bebida.
Comimos salmorejo y crema fría de calabacín, ensalada de quinoa y sándwich de roast beef y, de postre, unos batidos. Las raciones son pequeñas (si eres de comer mucho, mejor otro sitio), pero por lo demás, nos encantó tanto la comida, con ingredientes frescos y combinaciones originales (tienen opciones vegetarianas), como el local, acogedor y con detalles entre lo rústico y lo industrial. Está cerca de otra cafetería de estilo parecido, Federal Café.
Una tarde en Madrid
El templo de Debod y su mirador
Tras comer en Mür, nos dirigimos al cercano Templo de Debod, una construcción milenaria que se irguió a orillas del Nilo y que Egipto donó a España en 1968. La entrada al templo es gratuita, pero al mediodía cierra, así que nos conformamos con pasear por sus jardines, en un marco privilegiado para disfrutar de la puesta de sol madrileña. Desde el mirador, al otro lado del Manzanares se extiende la Casa de Campo, y a la izquierda se yerguen el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. Unas vistas que seguro que preferirás contemplar al ocaso en vez de con el sol abrasador en la nuca… pero maravillosas de todas formas.
El Palacio Real y la Catedral de la Almudena… y un descanso en Ópera
Muy cerca del templo de Debod se distinguen las siluetas magnánimas del Palacio Real y la Catedral de la Almudena, separadas por la Plaza de la Armería. Desde la plaza de Oriente, el Madrid histórico se muestra en todo su esplendor, y si quieres, puedes visitar ambas construcciones. Nosotros nos conformamos con pasear por las terrazas enmarcadas por setos de los Jardines de Sabatini, de estilo neoclásico.
Dejamos atrás la bella Plaza de Oriente y el Teatro Real y nos detuvimos a tomar un café en una de las muchas terracitas de la Plaza de Isabel II, conocida también como Plaza de la Ópera. Un buen lugar para repostar, ver a los transeúntes pasar y saborear el ritmo de Madrid.
El mercado de San Miguel y la Plaza Mayor
Tras reponer fuerzas, en menos de cinco minutos llegamos al mercado de San Miguel, en la plaza homónima, junto a la Calle Mayor. Este mercado en hierro, remodelado y resucitado pero de arquitectura centenaria, me recuerda a La Boqueria de Barcelona. Aunque poco similares en apariencia (en el mercado de San Miguel todo está cuidado al detalle, mientras que en La Boqueria el reclamo es más primitivo, una mezcla de olor y color desordenada), ambos fusionan el pasado más tradicional con la degustación y la gastronomía moderna. Y ambos miran, también, hacia el turismo: las lenguas extranjeras en los pasillos son tan comunes como la propia.
A la salida del mercado, aprovechamos para perdernos por el triángulo que forman la Calle Mayor, la Cava de San Miguel y la calle de San Justo. Entre las callejuelas del casco viejo parece que no transcurra el tiempo, y en la Plaza del Conde de Miranda o la Plaza de la Villa no había ni rastro de los grupos de turistas que llenaban el mercado poco antes.
De nuevo subimos por la Calle Mayor, pero esta vez para llegar a la que tal vez sea la plaza más emblemática de Madrid, la Plaza Mayor. Las casas porticadas de este rectángulo histórico, que en tiempos medievales lindaba con la muralla de la ciudad y acogía un popular mercado extramuros, conservan algún negocio tradicional mezclado con múltiples tiendas de souvenirs. El ambiente en la plaza siempre es animado, sobre todo con el buen tiempo, cuando se llena de terrazas al aire libre. Tan bonitos como la Plaza Mayor son sus arcos de acceso, introducidos durante la reconstrucción de la plaza tras el devastador incendio de 1790.
La Puerta del Sol y la Plaza de Santa Ana
Siguiendo la calle de los Esparteros llegamos a la Puerta del Sol, otra de las plazas más animadas de Madrid, tanto de día como de noche. Tiendas, restaurantes, encuentros entre amigos… A nosotros nos quedaba ya poquito tiempo en la capital, así que decidimos invertirlo en llegar paseando hasta la estación de Atocha.
De nuevo pusimos rumbo al sur hasta llegar a la pequeña Plaza del Ángel y a la encantadora Plaza Santa Ana (5 minutos desde la Puerta del Sol), en el Barrio de las Letras. Es mucho más tranquila que su vecina, pero también viva y ajetreada gracias a las cafeterías al aire libre y a los bares de tapas. Entre los restaurantes con solera destaca la centenaria Cervecería Alemana, entre cuyos antiguos parroquianos se cuentan Ava Gardner o Ernest Hemingway.
El Retiro… y vuelta a Atocha
La Plaza Santa Ana hubiera sido un buen lugar para la segunda merienda o unas tapas si hubiéramos tenido unas horas más en Madrid, igual que el centro social La Tabacalera, que también nos habían recomendado pero no tuvimos tiempo de ver. En lugar de eso, bajamos por la Calle del Prado, atravesamos la Plaza de las Cortes (dominada por el Congreso de los Diputados) y cruzamos el Paseo del Prado. Desde allí rodeamos el Museo del Prado (visita esencial si tienes más tiempo en la ciudad, pero que esta vez nos saltamos) hasta encontrar uno de los accesos al Parque del Retiro.
El sol comenzaba a retirarse, el final del verano ya se notaba en el ambiente y los senderos y bosques del parque comenzaban a llenarse de hojas doradas. Paseamos, apurando la última hora, y poco a poco bajamos hasta el extremo sur del Retiro para regresar a la estación de Atocha, donde nos esperaba el AVE a Barcelona. Un final magnífico para nuestras 10 horas en Madrid… un suspiro para descubrir la ciudad, pero suficiente para regresar a casa, una vez más, prendidos de su encanto. ¡Hasta la próxima, Madrid!
Mapa de un día en Madrid
Tras mucho pelear con Google Maps no he podido incluir el recorrido calle por calle, pero aquí tienes algunos de los puntos esenciales del centro para descubrir Madrid en un día. Las estrellas marcan el inicio y el final, y el orden recorrido lo cuento a lo largo del artículo.
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Solo algunas cosas en cuanto a donde comer y eso a precio normal pero muy típicas. Por un lado los bocatas de calamares de la Plaza Mayor, típicos a mas no poder y a un precio bastante asequible. Por otro lado las cuevas: varios restaurantes son cuevas alrededor de la Plaza Mayor y la verdad es que en algunos ponen unas raciones muy majas. Y bueno, hay muchos “Museos del Jamón” por el centro de la capital. Son tiendas donde comprar jamón, productos de pastelería q además tiene bar para comer jamón (o cualquier otra cosa, pero suele ser típico el jamón por razones obvias). A mi particularmente no me llaman la atención pero son muy típicos.
Si vais el Domingo no olvideis que por la mañana podeis ir a “El Rastro”.
Si vais por la zona de Sol a Callao con un poco de suerte os encontrareis a agun anciano tocar el órgano, típico a mas no poder y lamentablemente en peligro de extinción.
Los barquillos artesanos son también típicos. Suelen venderlos en la Plaza Mayor. Un chulapo o chulapa te los ofrecerá sueltos o en bolsas, con o sin chocolate. Te pueden parecer caros pero bueno, un día es un día.
Cuidadito con las carteras, no es un mito.
Si vais con coche al centro que sepais que hay muchos gorrillas (y si no les das algo verdaderamente mejor no aparques a su vista).
Con el buen tiempo, al caer el Sol Madrid es májico. No dudes en dar un paseo por las calles que rodean las principales. Hay multitud de tabernas y bares con sus terracitas y tal que transforman la ciudad completamente. Pero tambien ten cuidado porque al lado de una calle “noble” te puedes encontrar otra poco recomendable (abre los ojos).
En la C/Montera hay un gran “mercadillo humano” de día y de noche (además de un Mac Donalds enorme, por cierto). Las “mujeres de vida alegre” no se meten con nadie asi que sigue siendo una calle muy transitada y a la vez típica por ese pequeño detalle.
En chueca se concentran numerosos locales de gays y lesbianas pero cualquier persona es bienvenida. Es un sitio muy típico donde salir de noche.
Por muy creyente que seas NO VAYAS a Pan Bendito y menos si solo vas unos días. En serio es peligroso (ni la poli quiere entrar a ese barrio). Sé que no es completamente céntrico pero lo digo por si algún despistado le da la neura. No es bonito ni tiene nada especial así que aunque te pille de paso mejor lo esquivas.
Hay muchos museos, para mi los mejores son el botánico, el de ciencias y el de cera pero eso va en gustos e intereses de cada uno.
Recuerda que en verano en Madrid hace mucho calor. Cada cual aguanta lo que puede jiji pero tenedlo en cuenta (agua, gorra, abanico, etc). Para mi Septiembre es genial en Madrid.
Hola, Angie! He recorrido tanto Barcelona como Madrid, y sinceramente tu ciudad me ha resultado mucho más bella.(Gaudí y su arcquitectura le dan su impronta). De Madrid recuerdo el Mercado de San Miguel, en efecto parecido en algo a La Boquería, con su excelente oferta culinaria. También me gustó el Museo del Prado. La Plaza Mayor para mí es sinónimo de avasallantes invitaciones a comer en cada uno de los restaurantes que abundan allí. Recorrerla en el Bus Turistic me permitió apreciar todas las flores que adornaban los jardines en invierno. Cariños!
¡Hola, Marce! El Museo del Prado es una maravilla. En la Plaza Mayor es verdad que te atosigan, es un poco como caminar por las Ramblas de Barcelona, todo el mundo quiere que entres a su restaurante. De todas formas me parece bellísima. Dos ciudades muy distintas y cada una con sus encantos. ¡Un abrazo!