Cuando creces en un pueblo pequeñito, ir a la ciudad siempre entraña alguna aventura. Uno de los recuerdos más especiales que conservo de las visitas a Barcelona en familia es subir al parque de atracciones del Tibidabo. Mi atracción favorita era El Magatzem de les Bruixes i els Bruixots, una entrañable y anticuada vagoneta aérea que comienza el recorrido dentro de un túnel oscuro y que, de repente, emerge a la luz del día y flota en el cielo. En ese momento, por unos instantes abarcas con la mirada toda Barcelona, con el Mediterráneo como fondo infinito.
El Tibidabo, la montaña mágica
Han pasado muchos años y he contemplado la ciudad desde muchos ángulos, pero no cambiaría la vista desde el Tibidabo por ninguna: los recuerdos de infancia se conjugan con el embrujo en esta cima de la sierra de Collserola, a la que muchos conocen como ‘la muntanya màgica’.
Con el tiempo, además de pasear por Collserola y visitar el parque de atracciones, empecé a fijarme en el impresionante hotel blanco que se alza justo al lado, La Florida, y a soñar con que algún día despertaría en una de sus habitaciones con esa imagen de Barcelona congelada para mí. El pasado verano lo cumplí. Un atardecer y un amanecer bastaron para volver a disfrutar, como niños, de la inmensidad de la ciudad bañada en azul… ¡Así fue nuestra experiencia en el Gran Hotel la Florida!
El Gran Hotel la Florida
El Gran Hotel la Florida, construido en 1925, es un hotel de 5 estrellas situado en lo alto del Tibidabo, envuelto en la tranquilidad de las montañas pero con unas vistas impresionantes de la ciudad. La excusa para concedernos este pequeño capricho fue nuestra (mini) luna de miel: una noche en la habitación doble básica, con vistas al mar, cuesta sobre 250 €. En Barcelona hay 5 estrellas mucho más caros, pero teniendo hogar propio en la ciudad, es probable que nunca nos hubiéramos planteado alojarnos en uno de no haber sido por el entorno tan especial en el que se encuentra La Florida.
Tras reservar la habitación, llamamos para pedir el transfer gratuito desde Barcelona que el hotel pone a disposición de los huéspedes tres veces al día. Un vehículo privado te recoge en els Jardinets de Gràcia, entre la Diagonal y Gràcia, y desde allí el trayecto hasta el Tibidabo es de unos 15 minutos. A mitad de camino, la congestión de la ciudad da paso a carreteras serpenteantes entre bosques, hasta que en la cima aparece, con su elegante silueta blanca, el Gran Hotel la Florida.
Las habitaciones
Escogimos una de las habitaciones más sencillas, una habitación doble de 35-48 m2 con vistas al mar (también puedes pedirla orientada hacia las montañas de Montserrat y els Pirineus). A partir de ese modelo, el hotel dispone de habitaciones más grandes, suites de varios tipos y, como joya de la corona, la suite presidencial.
Nosotros solo nos quedábamos una noche, pero nuestra habitación (301) hubiera sido ideal también para una estancia más larga. Más allá del equipamiento habitual (TV, WiFi gratuita, minibar, baño con bañera y ducha), destacaría la sensación de amplitud y, sobre todo, la luminosidad, ya que la habitación dispone de un balcón orientado al sureste por donde se filtra el sol a lo largo del día.
Las vistas de Barcelona
Pero el mayor privilegio de la habitación es, sin duda, la panorámica de Barcelona. La ves a través de los cristales desde casi cualquier punto, y cuando sales al balcón, pierdes la noción del tiempo… En primer plano está la carretera, casi más frecuentada por ciclistas que por coches: en el Tibidabo el silencio es casi constante, y solo de vez en cuando llegan los gritos amortiguados desde la montaña rusa del parque de atracciones. Eso convierte el hotel en un pequeño oasis muy oportuno si te apetece desconectar tras un día en el centro de Barcelona.
Desde el balcón, a la derecha ves la imponente Basílica del Sagrat Cor, las atracciones del parque entre los árboles, la Torre de les Aigües de Dos Rius (la estructura cilíndrica frente a la basílica) y el Observatori Fabra, un observatorio astronómico de recomendable visita. De la Torre de Collserola, que también cuenta con un bonito mirador, solo se atisba la antena.
Algo más lejos, mostrándose primero entre paisajes frondosos y edificios dispersos y después entre calles congestionadas, está Barcelona en casi su totalidad. La montaña de Montjuïc, el puerto, los rascacielos puntuales, las colinas, la rectitud del Eixample, las torres de la Sagrada Família, las nubes y la contaminación suspendidas en el horizonte… Y el mar, el límite de este caos, desde allí arriba casi tranquilo, que es Barcelona.
Las fotos están tomadas con el móvil (mi cámara murió nada más llegar) y no le hacen ninguna justicia al paisaje desde la habitación, pero guardo como un tesoro el anochecer y el amanecer que presenciamos desde nuestro pequeño balcón.
Las instalaciones
Las instalaciones, como cabría esperar de un hotel de lujo como La Florida, no defraudan. Las salas y vestíbulos del edificio son amplios, como las habitaciones, pero íntimos y acogedores (en su web destacan la inspiración mediterránea).
La piscina y la zona de spa
Tras la sobredosis de Barcelona, pasamos el resto del tiempo en La Florida en el Zen Zone Spa, una zona con piscina (mitad cubierta, mitad piscina infinita al aire libre), bañera de hidromasaje y baños de vapor. El hotel cuenta también con un spa de pago, el de L’Occitane, donde se ofrecen los servicios habituales. Nos alojamos en el hotel en verano, pero llovisqueaba, así que disfrutamos de la piscina casi en exclusiva. Nadar bajo la lluvia viendo al fondo la tormenta sobre Barcelona es otro momento que recordaré.
Los restaurantes
La piscina cuenta con su propio bar, el TB Bar, con sillones pensados para disfrutar de un cóctel con vistas a la ciudad. El restaurante insignia de La Florida es el lujoso L’Orangerie, que ese día estaba cerrado, así que nos dirigimos al Café 1925, que el hotel describe como ‘ambiente informal en un entorno exclusivo’. Una vez más, las vistas son fantásticas, aunque la comida no nos pareció gran cosa: 20 € por un sándwich con patatas fritas que, aunque rico y bien presentado, podríamos haber probado en cualquier otro bar de la ciudad por menos de la mitad. Si te alojas en el Gran Hotel La Florida, ten en cuenta que su situación casi aislada en la montaña hace que sea complicado comer o cenar fuera, a no ser que dispongas de coche y te apetezca conducir, así que las opciones son pocas.
El buffet de desayuno que incluía la habitación, en cambio, nos pareció bastante completo. Tú te sirves la comida, pero los camareros del hotel te sirven las bebidas en la mesa. Como nota curiosa, los camareros se dirigían a nosotros en inglés, y es que en La Florida compartimos estancia, sobre todo, con turistas y viajeros de negocios. Por la mañana, si ha salido el sol, desayunar en el exterior es una delicia.
Vuelta a la realidad
Fue un buen modo de cargar pilas para el día, ya que por la tarde teníamos que volver al mundo real y trabajar, así que poco después tomamos el transfer de vuelta a la ciudad y abandonamos el reino del Tibidabo y La Florida… Aunque esa misma tarde, cuando caminaba por Barcelona, vi a lo lejos el edificio blanco del hotel en lo alto de la montaña y sonreí al pensar que ahora ya sé, también, cómo es Barcelona desde el otro lado. Y las expectativas, esta vez, superaron la imaginación.
DORMIR EN EL GRAN HOTEL LA FLORIDA
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- Gran Hotel La Florida. Ctra Vallvidrera al Tibidabo 83-93, 08035 · Barcelona
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Gracias a personas como tú, que con su buen hacer, nos muestras el camino,
gracias por la buena información.
Hola Angie, qué bellos recuerdos me has traido de tu Barcelona natal! Estuve en el Tibidabo y visité la basílica de Sagrat Cor en esa zona, pero no había reparado en la presencia de ese hotel 5 estrellas. Todo un lujo para tu mini luna de miel. Buenísimas las fotos, aunque las hayas sacado con tu móvil! Se distingue incluso el arco iris luego de la lluvia, y además ese amanecer con un sol encendido!…Aunque yo comería el brownie con helado y frutos rojos! jaja. Gracias por compartir un momento tan especial en tu vida. Cariños!
¡El brownie estaba riquísimo! 😀 Jiji. Me alegro de haberte traído buenos recuerdos de esta preciosa ciudad… 🙂 Un abrazo!